Entonces, ¿cómo se calcula cuánto cuesta cada uno de ellos? ¿En función de qué pagamos 1.000 euros por un seguro de coche y 40 por uno de viaje? La estadística es la base de este cálculo en el que todo se mide en función de dos variables vitales: la probabilidad de que ocurra un imprevisto y el coste medio que supondrá solucionarlo o indemnizar por sus consecuencias.
Más allá de cubrir gastos estructurales de la industria y destinar parte del dinero a la inversión, una vez recauda las primas, la compañía debe asegurarse de que cuando ocurra el imprevisto podrá hacer frente tanto a los daños como a la indemnización a la que se ha comprometido. Ese compromiso es el que garantiza el éxito del proceso, la tranquilidad del asegurado que, de otra forma, seguramente no podría hacer frente a los gastos de un siniestro de grandes dimensiones.
De hecho, los seguros se convierten de alguna manera en un instrumento de ahorro, ya que sería difícil que tuviéramos la previsión de apartar mensualmente cierta cantidad de dinero para hacer frente a imprevistos futuros. Por ejemplo, ¿guardaríamos cada mes dinero para una posible rotura de la caldera? Y en caso de que lo hiciéramos, ¿sabríamos cuánto ahorrar para la reparación si se nos estropea dentro de tres años? ¿cuánto nos cobraría el fontanero? Con un seguro, eso no importa, el coste se convierte en fijo ya que siempre vamos a pagar lo mismo por nuestro seguro, aunque el precio de la reparación varíe.
Si hablamos de planes de pensiones, el ahorro se representa en su máxima expresión ya que la aseguradora se encarga de gestionar y dar rentabilidad a nuestras aportaciones periódicas para que en el futuro podamos vivir una jubilación más desahogada y tranquila.
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